Rumbos Home


Lluvia Púrpura

[FLOWERS]
Foto: Alejandro Balaguer

 

 

 

[CARGADOR]
Foto: Alejandro Balaguer

 

 

 

[CRISTO]
Foto: Alejandro Balaguer

Desde hace 200 años la cara de Marcelino Aybar sigue siendo la misma: aparece todos los octubres de todos los años, sin falta, al pie del anda del Señor de los Milagros, como si fuera una más de las estampitas que van colgadas alrededor del Cristo crucificado. Hace 200 años, uno de sus antepasados, que era igualito a él, inició este rito y desde entonces, los Aybar se cuidaron siempre de encargarle un hijo varón al Señor a cambio de que nunca falte un Marcelino Aybar que lo ayude a salir de su templo cada año.

Todo empezó a mediados del siglo XVI cuando un negrito que vivía en un barrio llamado Pachacamilla, pintó la imagen por el puro gusto de adornar el salón donde se reunía su cofradía. Al principio sólo los otros negros de la zona llegaban hasta el lugar y de tanto mirarla, le pedían milagros. El lienzo no hizo nada fuera de lo normal hasta el terremoto que destruyó el país el 13 de noviembre de 1655. Mientras la desolación inundaba todo el territorio sólo una pared quedó en pie: aquella donde estaba pintado el Cristo. Entonces se armó la de Dios es Cristo. Los negros le rezaban sin freno, las mujeres llevaban a sus hijos a que miren la cara de Dios omnipotente. Nada los detuvo. Ni siquiera la orden del nuevo dueño de esos terrenos que consideraba todo aquello una herejía de esclavos y mandó cubrir la imagen con pintura. Por cinco veces lo hizo y por cinco veces también la imagen volvió a aparecer más clara y nítida que cuando fue pintada. No había vuelta que darle: Dios estaba allí.

En 1670, un nativo cirineo llamado Andrés León llegó a vivir a la Parroquia de San Sebastián y fue él, el primero en dedicarse a cuidar la imagen: le hizo una ramada para que no lo dañen las lluvias y construyó un altillo para que los fieles colocaran sus velas. En poco tiempo todo el lugar se convirtió en un pequeño templo y el Cristo pintado, que para entonces ya hacía milagros, se empezó a llenar de ofrendas de oro y plata por los favores recibidos. Sin embargo, el Conde de Lemos y el Cabildo Eclesiástico decidieron poner punto final a todo el escándalo del Cristo milagroso, destruyendo la pared.

Todos querían ser espectadores de aquel acto y según está registrado en el Archivo Oficial de las Nazarenas, una multitud miraba aterrada cómo se acercaban los enviados del Virrey a echar por tierra al Cristo. Entonces, ocurrió algo increíble. Al primer soldado que trató de cumplir la orden, le sobrevino un temblor en el cuerpo que nadie pudo controlar, al segundo, una parálisis en el brazo y al tercero, un sobrecogimiento que lo dejó petrificado. Después, cayó una lluvia torrencial que borró todas las dudas sobre la santidad de aquel mural.

Tras esto, el Virrey ordenó realizar la primera misa ante la imagen. En 1684 un vizcaíno llamado Sebastián de Antunao compró el terreno donde estaba el Cristo y le construyó por fin, una pequeña capilla que apenas si duró 3 años, pues el 10 de octubre de 1687 otro terremoto destruyó no sólo este recinto sino la ciudad entera. Pero el Cristo siguió firme en su pared de adobe. Lima parecía haber sufrido un cataclismo. Todo estaba destruído y la gente desesperada. Fue entonces que el padre jesuita Alonso de Messia decidió hacer una procesión y sacar en andas una copia de la imagen. Primero sólo ocho personas cargaban las andas de madera y lo hacían sin mucho esfuerzo. Pero las madres nazarenas no estaban contentas con aquella precariedad y decidieron mandar a pintar un Cristo mucho más grande y mucho más fiel al original y unas andas más estables. No contaron con lo que pesaría todo ese andamiaje y, al final, tuvieron que pedir ayuda popular para echar a andar tan pesado portento. Fue por esto que en 1776 se organizó la Hermandad del Señor de los Milagros. Se necesitaban entonces 24 personas para mover al Señor sólo cien metros por lo que se optó por reclutar a la mayor cantidad de gente para tan noble misión. Así llegaron a ser 3,500 miembros divididos como si fueran un ejército: 20 cuadrillas de cargadores, formada cada una de ellas por 120 devotos y dos cuadrillas de cantoras y sahumadoras. Pero tras esta cuadrilla está nada menos que todo Lima: negros, blancos, cholos, albinos, niños, jóvenes, viejos, el presidente, el alcalde, el cardenal, hombres y mujeres, todos con sus pedidos en el corazón. Es octubre y Lima se disuelve en un éxtasis místico.

Ahora el Señor tiene su propia iglesia y en la parte frontal de ésta, permanece todavía la pared de adobe con la figura original del Cristo crucificado. Debe estar feliz. La gente lo adora, todos los respetan y ahora tiene un anda hecha con 450 kilos de plata fina que con los adornos llega a pesar dos toneladas. La fe en él ha crecido de tal manera que una vez lo sacaron, nadie sabe si con su consentimiento o no, para apoyar a un candidato a la Presidencia a la República. La respuesta, si le gustó o no aquella abrupta salida, la dio el propio Señor el dia de la votación: el candidato perdió.

Por eso, al Señor sólo se le saca en octubre y quien no sepa esta historia que no se asombre si en este mes va a la Iglesia de las Nazarenas y le dicen que el Señor no está. Que acaba de salir con una mancha de gente a darse una vuelta por Lima, a ver cómo le están cuidando su ciudad.endofarticle.gif (44 bytes)

Por Elsa Ursula

Año I/Número 4 , Página 84

[Sube]    Rumbos Online http://www.rumbosperu.com